Hace poco tuve la oportunidad de ir con mi familia a la Feria de Chapultepec, caía la tarde y estábamos por salir antes de que la lluvia nos hiciera correr; de pronto, se me apareció esta imagen que me hizo recordar mi infancia, el gusto que me daba subirme a los caballos, en ese entonces de madera, y soñar que corría a todo galope en heroicas cabalgatas.
Cosas que se heredan, mi hija, desde muy pequeña no pierde la oportunidad de subirse a cuanto caballo mecánico se encuentra en plazas comerciales o ferias, una y otra vez sin aburrirse. Ahora que ha crecido y algunos de estos jamelgos ya le quedan chicos, su gusto no decrece y sigue disfrutando mucho de sus reparos de 5 pesos.